Abstract

Han transcurrido diez años desde la publicación en 1999 del Postdramatisches Theater de Hans-Thies Lehmann, estudio influyente en el cual el teórico alemán señalaba una serie de actitudes y condiciones propias de las prácticas estéticas teatrales (occidentales) surgidas a partir de los años setenta que parecían sugerir un cambio de paradigma en cuanto a nuestra comprensión y nuestra experiencia del drama contemporáneo [Barnett, 2006: 484-487]. La noción de lo postdramático no necesariamente excluye la presencia de lo que entendemos por drama (o por lo dramático), sino que lo postdramático y lo dramático se encuentran, como ha señalado Lehmann, entrelazados en un baile perpetuo de implicación mutua. Detrás del postdramatismo, por lo tanto, yacen los fantasmas de lo dramático, pues en sus diversas manifestaciones el postdramatismo constituye un gesto que nos intenta llevar más allá de la oposición, consagrada en los escritos de Peter Szondi, entre los modos dramáticos “absolutos” (radicados en la poética aristotélica) y las formas teatrales épicas. En España, la preocupación con la relación, a veces dialéctica, entre lo dramático y lo épico y su papel en cuanto a la concepción de una estética teatral contemporánea no es nueva; de hecho ya la expresaba Alfonso Sastre en los años sesenta cuando hablaba de una “triple raíz de un teatro futuro” que se lograra a través de una conjugación de lo épico, lo dramático y lo vanguardista [1963].

Document Type

Article

Publication Date

2-2010

Publisher Statement

Copyright © 2010 ITEM: Instituto del Teatro de Madrid. This article first appeared in Pygmalion: Revista de Teatro General y Comparado 1 (February 12, 2010): 39-50.

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