Abstract

"Lo que son las cosas, Mauricio Silva, Ilamado el Ojo, siempre intentó escapar de la violencia aun a riesgo de ser considerado un cobarde, pero de la violencia, de la verdadera violencia, no se puede escapar, al menos no nosotros, los nacidos en Latinoamérica en la década de los cincuenta, los que rondábamos los veinte años cuando murió Salvador Allende (Bolaño, 11)."

La cita que abre este artículo constituye el primer párrafo del cuento de Roberto Bolaño "El Ojo Silva" (en Putas asesinas), que ha sido frecuentemente citado en la incipiente literatura crítica sobre el autor. La repetida atención que ha recibido este cuento se detiene en la consideración de este primer párrafo, que sin duda puede ser relacionado con la otra muy citada intervención de Bolaño, su discurso de aceptación del Premio Rómulo Gallegos y la caracterización de la tragedia generacional chilena y latinoamericana:

"Y esto me viene a la cabesa porque en gran medida todo lo que he escrito es una carta de amor o de despedida a mi propia generación, los que nacimos en la década del cincuenta y los que escogimos en un momento dado el ejercicio de la milicia, en este caso sería más correcto decir la militancia, y entregamos lo poco que teníamos, lo mucho que teníamos, que era nuestra juventud, a una causa que creímos la más generosa de las causas del mundo y que en cierta forma lo era, pero que en la realidad no lo era. De más está decir que luchamos a brazo partido, que tuvimos jefes corruptos, líderes cobardes, un aparato de propaganda que era peor que una leprosería, luchamos por partidos que de haber vencido nos habrían enviado de inmediato a un campo de trabajos forzados, luchamos y pusimos toda nuestra generosidad en un ideal que hacía más de cincuenta años que estaba muerto, y algunos lo sabíamos, y cómo no lo íbamos a saber si habíamos leído a Trotski o éramos trotskistas, pero igual lo hicimos, porque fuimos estúpidos y generosos, como son todos los jóvenes, que todo lo entregan y no piden nada a cambio, y ahora de esos jóvenes ya no queda nada, los que no murieron en Bolivia murieron en Argentina o en Perú, y los que sobrievivieron se fueron a morir a Chile o a México, y a los que no mataron allí los mataron después en Nicaragua, en Colombia o en El Salvador. Toda Latinoamérica está sembrada con los huesos de estos jóvenes olvidados (Discurso de Caracas, 37-38, mi énfasis)."

"El Ojo Silva" es un cuento bastante clásico, borgeanamente clásico: hay un narrador que cuenta la peripecia de un chileno a quien ha conocido en México y que, muchos años después, reencuentra en Berlín cuando es ya un escritor publicado y se halla en Berlín en un viaje profesional. Como ya ha sido señalado, este cuento tiene una estructura de relato enmarcado, es decir, hay dos historias que se entretejen (Fernández Aguirre, "Oralidad y escritura..."). El marco pertenece a "la gran saga Bolaño" en su capítulo de México, Distrito Federal: el café La Habana de la calle Bucareli, sus amigos poetas, la casa del narrador en la calle Versalles, su madre, su hermana. Esta parte de la narración contiene sin duda elementos autobiográficos que Bolaño anota sin énfasis, y que se distribuyen a todo lo largo del relato-marco. Es posiblemente esta relación con la novelística larga y la biografía de Bolaño lo que explica la atención más demostrativa que analítica. En "El Ojo Silva" no solamente está presente el escenario de Los detectives salvajes que acabamos de mencionar, con sus correlatos documentales, sino que también aparecen referencais biográficas a la vida posterior de Bolaño, ya escritor profesional y padre de un hijo, como veremos más adelante.

Document Type

Book Chapter

Publication Date

2012

Publisher Statement

Copyright © 2012 Vervuert. This book chapter first appeared in El Lenguaje de las emociones: Afecto y Cultura en América Latina.

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